Si, para variar, en los periódicos alemanes no se encuentra en la primera página a los “refugiados”, entonces, con seguridad, será a los “islamistas”. En la literatura este papel le corresponde a Michel Houellebecq con su novela Sumisión. No es ningún libro alemán propiamente dicho –el autor es francés–, pero fue velozmente traducido al alemán (aunque todavía no al español). El libro juega con la idea de cómo sería Francia con un gobierno islámico. En el centro de la trama está un profesor de literatura de edad media “sin cualidades” en un proceso de lenta aproximación a la figura de dar clases sólo a hombres en una universidad de élite y de tener sentadas en casa a un harem de jóvenes muchachas.
En principio, me alegré sobre la posibilidad de tener, finalmente, algo de ciencia literaria a través de los largos pasajes sobre el escritor Joris Karl Huysmans. Sin embargo, sea lo que sea lo que se escriba sobre la romántica literatura francesa, Houellebecq siempre reflejará, desde su percepción nostálgica, al tipo “ama de casa”. Así como hace Huysmans y el Lobo estepario de Hermann Hesse, Harry Haller y todos los pobres genios que están sentados en el otro lado de la zona de confort y mordisquean la pluma en solitario. Lo que el autor sabe pero no dice: esta zona de confort surge exclusivamente a partir del contraste. Cuanto más solitario está el hambriento lobo, más atractiva le parece una “mujer al lado del fogón” –lo que, per se, en un mundo lleno de mujeres y fogones, no es para nada deseable. Y mucho menos para las mujeres.
Y ese ya es, lastimosamente, el resumen de toda la novela: lo que la mirada de Houellebecq habría podido ver en el “amplio mundo” del Islam, resultó siendo sólo una lujuriosa vista sobre los muros del harem. ¡No es de extrañar, cuando uno se ve como Michel Houellebeqc! Yo puedo decirlo, ya que tengo como disculpa que desde las confesiones psicoanalíticas de Kurt Eissler sobre Goethe, la crítica literaria y el tacto se han distanciado definitivamente. Y si los muchos espacios vacíos de la novela inspiran a rellenarlo con la imaginación propia… ¿qué tendría de malo?
Deja una respuesta