Situada en el corazón del barrio de San Miguel de la zona Sur de La Paz, La Crêperie es un pequeño y colorido café cuya propuesta alterna entre los crêpes dulces y salados, pastelería, y una variedad de bebidas frías y calientes. Dominado por el azul y rojo en su frente, en su interior el lugar juega con imágenes, libros y elementos decorativos de guiños hípster que logran transportarnos hasta el mediterráneo a través de los ojos.
San Miguel es hoy una de las zonas comerciales más importantes de La Paz por su ubicación en medio de barrios residenciales como Calacoto, Achumani, Irpavi, Auquisamaña y Los Pinos. Hasta los años 70 San Miguel vivía casi como un apéndice del linajudo barrio de Calacoto de aquel entonces. En los últimos 10 años ha registrado un boom inmobiliario sin precedentes gracias a los cafés, restaurantes, bares, heladerías, boutiques, peluquerías, hoteles y bancos que están en sus dinámicas avenidas y laberínticas tranquilas calles. Su personalidad definida desde un inicio por sus sencillas y homogéneas casitas bajas, el verde de sus jardines y aceras, y la historia perdida del hipódromo de la ciudad que dio origen al anillo de circunvalación que rodea su núcleo, va renovándose día a día transformando el barrio.
La Crêperie, el “atelier de los sentidos”, como se autodefine, habita precisamente una de las casas bajas originales sobre la calle José María Zalles Nº M2, bloque M (tel. 291.71.85), a pocos pasos de la galería de arte Altamira. Juvenil y amigable, es un buen lugar para el café o un ligero snack. Abierto sólo hace tres meses el local ya va cultivando adeptos de variadas edades que se concentran sobre todo al final de la tarde.
Asequible en precios, el lugar centra su oferta en crêpes, bocados mediterráneos y sabores alemanes. La carta incluye una corta pero justa lista de vinos y cervezas; algo digno de mención considerando que no es común encontrar esa aleación en la oferta estándar de los cafés de La Paz.
También novedosos son sus sistemas de consumo y adhesión de clientes. Donar libros usados a la mini biblioteca de La Crêperie, a cambio de un crepe del menú, o tener una cartilla de acumulación de puntos, son dos de sus tácticas de marketing que la mayoría de sus clientes toma como un juego por lo divertido del asunto.
Para dar una idea del menú: crêpes suzette o los rellenos de Nutella y naranja; también el Käsekuchen o los muffins de arándanos en su pastelería. En su propuesta de salados están los crêpes caprese y bretonne, el falafel sorpresa o el alsaciano Flammkuchen. En su cafetería concurren los clásicos espresso, capuccino, latte, machiatto; tés variados entre clásicos y de gusto exótico; jugos y aguas saborizadas caseras como el muy boliviano mocochinchi.
“Somos un atelier de los sentidos: los sabores que preparamos y ponemos en la mesa son una parte, pero también queremos llegar a los otros sentidos”, dice Andrea Herrera Dips (31), de ascendencia árabe y pasado universitario alemán, dueña de La Crêperie. El lugar transmite buena energía y, donde se mire, se encuentra un espacio para el arte y la diversidad cultural y musical.
En esa filosofía de amplitud sensorial, La Crêperie arranca sus actividades culturales de año el próximo 16 de marzo con el lanzamiento del libro Bolivia out of sight, en acción conjunta con Bolivian Express, para propiciar una noche de apreciación fotográfica outdoors.
La Crêperie, un cálido lugar que reúne varias influencias culturales para atender la demanda de una ciudad que parece estar cada vez más abierta a nuevas propuestas. Un plus para el barrio, una seducción para el paladar y el ojo; punto de encuentro entre pequeños y grandes mundos.
@NiemandslandED
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