• Periodismo y miradas desde dos culturas...

    Mauricio Wayar, música en la piel

    Músico desde la infancia, este fagotista boliviano toca hoy en la Orquesta Filarmónica de Heidelberg. Nos habla de su conexión con la música, de su paso por la Academia Karajan de la Orquesta Filarmónica de Berlín, de su cotidianeidad en Alemania y de las cosas que valora de Bolivia a la distancia

     

     

    Proyectarse con éxito en la música orquestal es privilegio de pocos. Mauricio Wayar (29) es, sin duda, el fagotista de mayor prestigio en Bolivia. Desde hace más de dos años toca en la Orquesta Filarmónica de Heidelberg y avanza así en un camino que se inició a mediados de los 90 cuando, con 12 años, se aproximó al fagot, un instrumento que lo llevó a tocar en la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) de Bolivia desde muy joven, lo impulsó para una beca del Deutscher Akademischer Austauschdienst (DAAD) y lo empujó a ganarse un espacio en la Academia Karajan de la Orquesta Filarmónica de Berlín. Por amor al fagot… todo un paseo.

    Mauricio es el cuarto de seis hermanos de una familia en la que la música, curiosamente, ha tentado a todos: la hermana mayor, Marianela, es una de las voces en la Coral Nova; Alejandra es cantante profesional en Holanda; Cristina está involucrada con el canto popular; Camila toca el clarinete; y Andrés, el menor, también tiene algo de músico en las venas, aunque en su caso es una pasión más tibia. Ya el hecho de que los padres se conocieran desarrollándose dentro de un proyecto coral-orquestal en el que ella tocaba el violín y él entregaba la voz, debió ser un buen anticipo de lo que vendría con los hijos.

    La primera aproximación de Mauricio Wayar con el fagot llegó muy temprano. “Crecí en una familia muy musical. En principio me gustó el sonido del instrumento y lo curioso que éste se veía, luego fui descubriendo sus múltiples facetas”, recuerda el interprete.

    Pero en 17 años de relación con el fagot no todo fueron luces. “Siempre hay fases en las que uno no logra sacar del instrumento aquello que quisiera escuchar o momentos con altas presiones externas –profesores muy exigentes o fuerte competitividad laboral–, pero eso nunca me hizo dudar de la elección. Me motivó además a empezar a trabajar  muy pronto de forma semiprofesional, a escuchar grabaciones y conciertos de grandes fagotistas, y a conocer el repertorio preciso que existe para el fagot”, cuenta Wayar.

    El músico tocó en la sinfónica nacional con 13 años y fue miembro permanente de ese proyecto orquestal hasta cumplir 19. Pese a la distancia impuesta desde hace nueve años –tiempo que reside en Alemania–, en sus visitas a Bolivia siempre ha tenido un espacio abierto para tocar como invitado en los conciertos de la OSN.

    La gran oportunidad

    Con una beca del DAAD en la maleta, sus primeros pasos después de la Hochschule für Musik Detmold los dio en la Hamburgische Staatsoper y luego…¡bingo!… una audición para la Academia Karajan, dependiente de la Orquesta Filarmónica de Berlín, probablemente la orquesta más prestigiosa del mundo.  “Fue como un sueño hecho realidad. La calidad de los conciertos de la Filarmónica de Berlín en los que pude participar no podía ser mejor… al lado de algunos de los mejores instrumentistas y directores del mundo”, nos dice entusiasta.

    Después de dar esos pasos, Wayar fue convocado por la Orquesta Filarmónica de Heidelberg –orquesta de gran versatilidad con actividades principalmente en ópera y conciertos sinfónicos que además desarrolla proyectos didácticos, corales, histórico-barrocos y música de cámara– para encarar repertorios como el que tuvo el 2013 con Tosca de Puccini, Cosi fan tutte de Mozart, Un ballo in maschera de Verdi, los tres en ópera; la 1ra. Sinfonía de Mahler, la 9na. de Bruckner, la 6ta. de Tchaikowsky, la 4ta. de Schumann, la 1ra. y 9na. de Beethoven, La mer de Debussy, Ma mere l’ oye de Ravel, como los más representativos de la lista de conciertos sinfónicos.

    De ética y estilos

    A todo esto es difícil no caer en la tentación de preguntarle sobre sus aprendizajes en todos estos últimos años de recorrido. “Aprendí sobre ética en el trabajo musical (…) Me imagino que en general, en el mundo, así como en Bolivia o en algunas orquestas alemanas, los músicos estamos acostumbrados a leer las partituras a primera vista en el primer ensayo y a preocuparnos poco por lo que las otras secciones de la orquesta están tocando.

    Mi impresión es que los músicos de la Filarmónica de Berlín, o bien ya conocían lo que estaban tocando,  o se preparaban para llegar al primer ensayo como si se tratara ya de un concierto. No sólo las notas, sino también el fraseo musical era impecable; los posibles problemas de afinación ya estaban solucionados de antemano y sabían a qué sección escuchar para lograr una mayor coordinación”, responde.

    Sobre sus experiencias de trabajo con directores de orquesta nos cuenta que ha estado bajo las batutas de Simon Rattle, Gustavo Dudamel, Valery Gergiev, Bernard Haitink, David Zinman, Simone Young, Cornelius Meister, Lawrence Foster, entre otros. “Tienen estilos de dirección muy diferentes. Algunos más ‘cuadrados’, es decir, de una técnica tradicional en la que los movimientos de la batuta son angulares y, por lo tanto, fáciles de reconocer, aunque un tanto marciales; otros, más libres, ‘dibujados’ y ‘coloridos’, y con esto quiero decir que el director a veces puede dibujar las líneas melódicas en lugar de marcar el compás, confiando en que la orquesta pueda tocar junta por sí sola, causando un efecto musical de frases largas e intensas. Creo que a todos estos directores los une la intensidad musical-expresiva de sus interpretaciones, la eficiencia de sus ensayos y el carisma sobre el escenario. Además, casi todos, son muy respetuosos con los músicos de la orquesta y, de alguna manera, idealistas, perfeccionistas con su interpretación”, nos describe.

    Música es…

    Después del fagot, el contrafagot es el segundo instrumento que toca Wayar dentro de la Orquesta Filarmónica de Heidelberg. Independientemente, se declara un apasionado de la quena y de otros instrumentos bolivianos nativos. “Algo de flauta dulce, piano y canto”, nos dice cuando lo animamos a comentar sobre sus otros talentos en la música. Sin embargo, aclara que del fagot le encanta su capacidad de  “cantar” líneas melódicas, su considerable registro y sus variadas funciones en la orquesta y la música de cámara.

    ¿Sobre qué le transmite la música a él como músico y qué debería transmitirle ésta al público?, nos  dice que, tanto para el ejecutante como para el oyente,  “la música debe lograr poner la piel de gallina” –la frase la tiene de una colega– y que “la música constituye una revelación mayor a cualquier filosofía” –recurre así a Beethoven–. De esa manera, “lograr emociones intensas en el público: que lloren, rían, se impresionen… es para mí, posiblemente, lo más gratificante como músico”, agrega.

    Mirada crítica

    Sensibilidad musical aparte, Mauricio Wayar se declara muy feliz de vivir en Alemania por lo bien estructurado del Estado. “Hay igualdad de oportunidades, una seguridad impecable, y excelentes sistemas de educación y salud. Tengo un puesto fijo con un salario mensual puntual. Todo eso me da tranquilidad, algo que, como músico, nunca tendría en Bolivia. Además, los músicos son muy respetados en la sociedad alemana”, señala.

    Pero, más allá de esa mirada positiva de la sociedad alemana, y en compensación de lo que puede ofrecer la boliviana, Wayar aprecia la imaginación, el esfuerzo y  la alegría de los bolivianos… además del sol paceño. “Valoro la creatividad porque somos un pueblo de artesanos, gente que encuentra soluciones sencillas a cualquier problema cotidiano; y el afán porque trabajamos como hormiguitas, somos emprendedores que no esperamos nada del Estado. No sé si en Alemania hay menos gusto por lo artesanal o es que la competencia de la industria asiática es demasiado grande, pero no me gusta que la sociedad alemana se haya convertido en una de ‘use y tire’. El sastre, el zapatero o el carpintero son demasiado costosos para la oferta del mercado… ¡aquí muy pocos saben reparar sus objetos por sí mismos! Por otra parte, el buen humor es un poquito menos común en Alemania… y el sol paceño ¡es una bendición!”, agrega.

    Esta historia demuestra que los nuevos vientos bolivianos en la música llegaron y que avanzan a buen ritmo.

    TT-H/Artículo disponible en alemán.

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