Los cuentos no son lo mío. Llegué a Kjell Askildsen por simple curiosidad: ¿Qué hay más al norte de la novela policiaca del norte europeo? Y entonces: No soy así y otros cuentos del noruego Kjell Askildsen como filigranas de frases cortas que dan vida y fuerza a 36 relatos breves que desnudan la estética nórdica con apego por lo despejado y puro, con aguda sensibilidad para mostrar las sombras del espíritu humano de estos tiempos. Originalidad en un estilo aferrado a lo esencial, arañando las emociones más inquietantes. El hielo quema. Un autor obligado para escritores.
Quién diría que sus relatos y estilo, incluso las piezas más antiguas, sean tan actuales como lo es el minimalismo en el diseño. Se trata de un autor ya octogenario y casi ciego, y es tentador imaginarlo como uno de sus personajes: el anciano enfrascado en un diálogo de sordos al encontrar en la calle al amigo de épocas pasadas; ¿hace falta ser anciano para tener este tipo de encuentros donde alguien habla demasiado y el otro oye poco?
No soy así y otros cuentos contiene: A partir de ahora te acompañaré a tu casa (1953), Últimas notas de Thomas F. para la humanidad (1983), Un vasto y desierto paisaje (1991) y Los perros de Tesalónica (1996). Cuatro títulos con 36 relatos; fragmentos de las relaciones humanas. Escenografías a la perfección –hasta sentir el viento en la cara o la arena en los pies–, pero ningún rostro… aunque todos parecen ser parientes y conocidos nuestros. Padres, hijos, hermanas y esposas, parejas en la rutina de los años, los amigos al final de la vida en situaciones comunes y singulares a la vez.
Me pasa, te pasa… ¿nos pasa? Los relatos de Askildsen son fragmentos de la vida cotidiana, aunque, eso sí, siempre tristes, inquietantes, desagradables y contradictorios. No son historias de color rosa. Es el arte de la parquedad, la frugalidad, la frialdad, y la ironía como recursos de estilo, para mostrar aquello oscuro y enterrado. La soledad como presente. El silencio y el ritmo como suspenso. La forma, la precisión y lo inconcluso como marcas. El autor como artista. El lector como retratista y telonero de cierre.
En el relato La noche de Mardon, Mardon Lender padre visita a Mardon hijo para cerrar las heridas. “Sé –dijo Mardon padre– que no he sido un buen padre para ti. Por qué no dejamos –dijo Mardon hijo– de ser padre e hijo. Por qué no podemos ser simplemente dos personas, así no tenemos que pensar que deberíamos ser infalibles (…). Imagínate que todos fuéramos sólo seres humanos, no parientes, con los que uno considera tener determinados derechos y deberes, quiero decir. Debe ser la idea que Jesucristo tenía en mente al llamar a su madre mujer”. ¿El deudor que odia al acreedor?, como pregunta luego Vera Dadalavi a Mardon hijo. Ese es el universo de Askildsen: las relaciones familiares fallidas. El hijo que no puede volver al padre o el padre que no puede encontrar al hijo por los resentimientos del pasado; el padre que se pierde en la noche. Pero los protagonistas, tanto el padre como el hijo, son tipos duros, pese a sus catástrofes existenciales. Son solitarios dignos en su infierno y no buscan ganarse el cielo.
Es curioso que Askildsen no sea un autor conocido en Latinoamérica. El hielo puede ser refrescante en un continente tan dado, en general, al adorno y a lo explícito en su producción narrativa. En los relatos de Askildsen nada está masticado.
Uno de los protagonistas dice: “Obro según mi naturaleza, mi naturaleza de mirón: me han sucedido pocas cosas en la vida, pero he visto mucho, mis experiencias son, en otras palabras, de segunda mano en su gran mayoría”. Casi una invitación para fisgonear en el alma humana a través de No soy así y otros cuentos. Después de tener al mundo en cuarentena es evidente que “los tiempos cambian y que es hora de ajustar el reloj” (parafraseando a Askildsen), entonces es un buen momento para poner ojo en lo esencial. La frugalidad nórdica como redención. Todo puede comenzar por un libro.
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