A 159 años después de la muerte de Alexander von Humboldt, el espíritu de sus ideas está muy vivo en la actual política alemana y trasciende hacia diversas esferas del pensamiento, en un mundo con mayor conciencia ecológica, preocupado por los embates del cambio climático y donde la migración está escalando en la agenda social de los países y continentes.
El 2019 se celebran los 250 años del nacimiento del explorador prusiano considerado el padre del movimiento ecologista que hoy embanderan hasta los millennials. Razón sobrada para que el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, cruce el Atlántico por primera vez en misión oficial y ponga los pies en Colombia y Ecuador —países por donde pasó Humboldt entre 1799 y 1804— para hablar del legado del polímata reconocido como el descubridor científico y espiritual de las colonias españolas a ojos europeos: “Sus viajes por América Latina, junto con su colega francés Aimé Bonpland, le mostraron lo que finalmente nos enseñó: que el hombre tiene un significado en la naturaleza y una responsabilidad con la naturaleza. Y que, como seres políticos, sólo podemos coexistir de manera humana si no nos elevamos por encima de los demás o de la naturaleza”.
Según Steinmeier —uno de los políticos más populares en Alemania— la mejor manera de rendir tributo al naturalista es comprender su visión de unidad y aplicarla en la esfera social. Humboldt “habría sido reacio a no escuchar por igual las diferentes opiniones y puntos de vista. Nos veía como una unidad, como una raza humana igualmente destinada a la libertad. Aceptó las diferencias entre los pueblos, pero no las aceptó cuando algunas tribus se consideraban más nobles que otras. Nos enseñó a respetar otras culturas y tradiciones, una cualidad que debería volver a ser importante para nosotros en el desafío cotidiano del multilateralismo, la coexistencia de las naciones”, dijo a su paso por Ecuador a principios de febrero.
Humboldt, estrella cultural
Alexander von Humboldt fue el hombre del pensamiento en redes, pero también el naturalista de enfoque emocional, un detalle que probablemente no combinaba con el espíritu del Reich alemán de 1871. Ahora que las ideas de Humboldt reverdecen en las calles y dan pasto a activistas y gobiernos, la prensa alemana rebusca en su biografía y en las corrientes de pensamiento dominantes con relación al explorador. Relatan, por ejemplo, que menos de doce años después de su muerte, Humboldt fue desterrado de la memoria nacional germana, sin importar cuán luminosa fue su estela en el escenario mundial. Había sido una súper estrella internacional del conocimiento, pero tuvo sus reparos respecto a la idea de pasar el resto de sus días en la fría y provinciana Berlín de aquel tiempo, según Andrea Wulf, autora de La invención de la naturaleza: el Nuevo Mundo de Alexander von Humboldt. Sus ojos siempre habían estado puestos en Paris (vivió alrededor de 20 años en esa ciudad al regresar de su famoso viaje por las colonias españolas) y tenía una actitud demasiado amistosa con los franceses. Era un cosmopolita.
Desde la visión del Reich de 1871, la ciencia de Humboldt era demasiado ecléctica, popular y romántica. Humboldt, como Alexander, volvió a ser protagonista en la historia alemana sólo después de la Segunda Guerra Mundial; Alemania Oriental lo puso en un pedestal como a uno de los padres intelectuales del socialismo. Entre tanto, en Alemania Occidental, su imagen de explorador romántico de tierras lejanas y científico naturalista sirvió para contrastarla con la de otro Humboldt, con la de Wilhelm, el hermano diplomático y educador, querendón de su patria y fundador de la actual Humboldt-Universität zu Berlin (nombrada en 1828 Universidad Friedrich-Wilhelm); y fue materia de relatos hasta la saciedad.
Alemania es un país de exploradores modernos de mochila; sus niños están marcados por los libros de viajes ficticios de Karl May, y Humboldt, el romántico explorador, inspiró a Daniel Kehlmann, uno de los autores más leídos de la esfera alemana, para publicar el 2005 La medición del mundo, el libro de base histórica pero con mucha ficción que todo alemán lleva junto a su guía de viajes cuando parte hacia Sudamérica. Humboldt renacía así en su patria como producto cultural, en armonía con el espíritu viajero del alemán moderno. Humboldt cool.
Humboldt, el ecologista y globalizador
En un mundo atemorizado por los efectos del cambio climático y la oleada de migraciones que afectan a varias naciones, resulta que Humboldt no es sólo una buena compañía de mochileros, sino también fuente de inspiración para los estadistas alemanes. En su discurso frente a los periodistas ecuatorianos, Steinmeier dejó claro que el explorador prusiano es uno de sus héroes: “!El descubridor! ¡El filósofo de la Ilustración que trajo el mundo a Alemania y nos enseñó a todos que este mundo nos concierne!”. En otras palabras, según el presidente alemán, Humboldt es el buen globalizador.
“En su petición de pensar la naturaleza y el hombre juntos, el pensamiento de Alexander von Humboldt sigue siendo muy moderno para nosotros hoy en día y una buena brújula para la cooperación económica y el desarrollo en todo el mundo”, subrayó Steinmeier.
En la gira de seis días por Colombia y Ecuador (con las Islas Galápagos), Steinmeier y su comitiva de investigadores alemanes de alto rango fueron tras las huellas de Humboldt, sin desprenderse de la brújula de los valores humboldtianos que parece guiar a la diplomacia alemana de este tiempo: protección del medio ambiente, apertura al extranjero, defensa de las libertades y valores humanos. Así, la filosofía de redes de Humboldt y su enfoque emocional, con énfasis en la protección y preservación, parecen haber llegado a la cima de la política alemana.
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