Mientras unos sufren por las bajas ventas, otros lamentan la calidad de la oferta
Hace algunos días decidí visitar la Feria Internacional del Libro de La Paz. Atraída por un par de títulos destilados por la prensa, me escurrí por sus pasillos y me detuve en un par de stands para hojear algunas obras. Fue cuando encontré a la cabeza visible de una de las editoriales más prestigiosas del país y, claro, con curiosidad le pregunté si todo marchaba como debería marchar en esas pocas horas de feria. Me dijo que el acto inaugural había sido, como siempre, muy largo, y que los problemas organizativos se mantenían: la montaña de escombros olvidada al ingreso del campo ferial era para él un lastre como detalle. Pasos más adelante, un librero me comentó sonriente: “Aquí estamos… haciendo la lucha” y sonó a que lo de la venta de libros era una batalla dura en Bolivia. Minutos después, en el mismo lugar, conocí a una mujer extranjera que vive en la ciudad desde hace varios años. Ella estaba asombrada por la amplitud y comodidad de la nueva construcción –ya había peregrinado por los recintos de las anteriores versiones–, pero se lamentó por lo que la feria le ofrecía: “Tengo la impresión de que los libros son siempre los mismos cada año”, dijo. Horas más tarde, encontré a un par de amigos que, entusiastas, me preguntaron sobre la muestra y sobre los títulos más recomendables. ¡La visita sería su programa nocturno y tenían verdaderas ganas de salir con algo para leer! Al día siguiente, una conocida casi tomó con disgusto mi propuesta de visitar la exposición: “El nuevo campo ferial está peor que el anterior sitio de exhibición y bajo esas condiciones no da ganas de pasar por allí”. Ya de la oferta, ni cuento lo que piensa.
Recuerdo los años en los que no había más espacio que la calle para la misma feria. Días en los que las obras maestras, novedades literarias y los cómics de los años 70 entraban casi dentro de la misma categoría –¿puedo exagerar?–, y eso desde los dos lados del mostrador. Ahora se ha convertido en un asunto más formal. Hay un espacio en la ciudad diseñado para las exposiciones –un bien por el que los expositores pagan–, hay un público que se lamenta por la mala infraestructura y la limitada oferta (se desean “títulos actuales de gran éxito a nivel internacional y más baratos que en los estantes de la española Casa del Libro”, por expresar el sentimiento en una frase), hay editoriales que sufren por sus apuestas temiendo bajas ventas. Desencuentros de opinión sobre lo mismo en un país en el que, según los resultados encargados por la Cámara Departamental del Libro de La Paz, el 45% de los bolivianos (los encuestados por IPSOS en La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa Cruz) ha declarado haber leído por lo menos 1 libro/texto en el último año –¡dato sorprendente!–, aunque tal vez no tanto si quienes respondieron elevan un texto al nivel de un libro, y donde los jóvenes de entre 18 y 24 años aseguran haber leído 2 libros/textos en los últimos 12 meses. Queda creer, pero sobre todo esperar un encuentro.
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