Si estuviese escribiendo sobre perros lo tendría fácil y podría iniciar con el viejo juego de palabras en español sobre el “pastor alemán”, el perro ovejero alemán/ “el pastor-predicador alemán”. Pero se trata de gatos. Y ahí es donde empieza la dificultad ya que en Alemania el gato no es una mascota en el sentido de ser un animal destinado a embellecer la casa. Para eso está el perro. Por esa razón los alemanes pagan un arancel sobre los suyos. Es el denominado impuesto sobre los perros. Una tasa que varía según el lugar y el tamaño del can y que supone como mínimo 25 Euros por año, aproximadamente, y un promedio anual de 120 Euros. La mayor tarifa la paga la categoría perros de pelea, es decir determinadas razas que pueden ponerse peligrosas y que en consecuencia no es deseable su propagación. Oficialmente, los responsables de la defensa de los bienes en Alemania no son los perros, sino la policía.
Eso en cuanto al perro. El gato en cambio es considerado un animal útil y, como los demás animales de granja, no paga impuestos. “El gato es el único animal que no tiene que hacer nada para merecerlo“, tijeretea la voz popular. Y hay algo de cierto en esa afirmación. Si uno se fija en los empaques de comida para gatos que hay en el supermercado, uno tiene la impresión de que en Alemania los gatos se alimentan de bombones…y que rara vez comen ratones y mucho menos peces o pájaros (especie protegida). Y que sólo deben maullar y ronronear encantadoramente, además de ofrecer una imagen de bienestar incondicional. En buen número, los mininos también pueden tener exigencias extravagantes frente a sus dueños y por esa razón hay un otro dicho: “Los gatos no tienen dueño, sino personal”.
Si uno se fija en los gastos promedio, entonces parece que los perritos alemanes no son menos exigentes: de 4,56 mil millones de Euros vendidos en artículos para mascotas, 1,6 mil millones corresponden a comida para gatos (aproximadamente 13 millones en Alemania) y 1,3 mil millones para perros (una población canina próxima a 8 millones) con tendencia a ir en aumento. Hechas las sumas resulta que los dueños de un animal en Alemania gastan por mes entre 80 y 130 Euros en juguetes y comida para mimar a sus consentidos. Al monto se añade un importe considerable por visitas al veterinario (en el mejor de los casos sólo para vacunas y revisiones). Además, la mayoría de los dueños no deja pasar la oportunidad de que sus protegidos sean mimados en uno de los muchos salones de belleza para perros y gatos. En tales esmeros, los servicios de peluquería están en el límite inferior, mientras que los masajes, terapias aromáticas, fisioterapias y psicoterapias forman parte del programa sin tope de precios hacía arriba.
En cada ciudad existen lujosas pensiones para animales, en caso de que se necesite algún cuidado de emergencia, taxis y fotógrafos especializados, además de entrenadores de animales que ofrecen clases para adiestrar a las mascotas. Si bien no son cursos obligatorios, entre los dueños de perros es bien visto poder demostrar una certificación en gestión de canes. La hora de un buen entrenador de perros está entre los 20 y 100 Euros. Lo que sí es obligatorio es contar con un certificado oficial de competencia en ciertos escenarios y para determinadas razas perrunas. En síntesis, los gastos adicionales de ambos animales son increíblemente altos en Alemania pero –al contrario del impuesto sobre la tenencia de perros – en gran medida estos son influenciables.
En el pasado se dieron repetidamente varias disputas entre dueños de gatos y perros a causa de la desigual tasa impositiva y ahora corre el rumor de que a partir del 2017 caballos y gatos deberán también contribuir al fisco. El cambio seguramente tendrá sus efectos en las estadísticas que señalan hoy al gato como la mascota más popular de Alemania. ¿Pero cuál será la razón de tal apego? Para quienes calculan fríamente, tener al gato en el podio no es ningún milagro: no paga impuestos, se organiza con su comida y no está constantemente arrimado a su dueño. Para quienes aman a los gatos, su predominancia tampoco es un prodigio: son silenciosos, suaves y no demandan baño; además, cuando duermen, el mundo a tres metros a la redonda está en completo orden.
Los dueños de perros tendrán sus propios argumentos. Y así llegamos al punto oscuro del artículo: la fuerza polarizada entre perros y gatos. ¡Mencione peces, pájaros, conejillos! Ninguno de ellos empujará una conversación aburrida. Diga ¡perro! y en un segundo el ambiente estará dividido entre quienes cuentan un sin fin de historias sobre perros y aquellos que en seguida tienen la impresión de apestar a pellejo remojado, antes de escabullirse rápidamente. La palabra gato también funciona bien. Los excrementos de mininos en areneros, los muebles rayados y las alergias contra pelos de gato serán temas de conversación para unos, mientras que otros se despedirán por horas para ver lindos videos sobre gatos – el Cash Cow de YouTube, por ejemplo– en su SmartPhone.
Es difícil mantenerse neutral en ese tipo de conversaciones, aunque los prejuicios se mantienen en equilibrio y es imposible conceder a uno de los animales alguna ventaja moral. Ni que decir de los días dedicados a cada animal: por ejemplo en Bolivia se festeja a los perros el 16 de agosto, en San Roque. Es el “Día del Perro” para adornarlo y mimarlo. Los gatos por su parte, si bien no tienen su propio patrono, tienen un Día Mundial del Gato con algo muy especial: ¡El Hug-your-Cat-day del 4 de junio!
¿Es que el límite entre perros y gatos existe sólo en Alemania? ¿Es posible que en otros países hayan simples preferencias sin montañas de características y debilidades? ¿Fue diferente a lo largo de la historia?
En Latinoamérica al menos parece que la relación entre perros y gatos se presenta al revés. Sobre todo en Argentina la situación está clara: 9 millones de perros frente a 3 millones de gatos, según Facebook. Por alguna razón los argentinos prefieren los perros a los gatos. En el caso de Bolivia la relación perros por habitante es de 3 a 10, según el periodista Raúl Peñaranda. Bolivia tiene más de 10 millones de habitantes y su población canina es de 3,5 millones (sólo en las ciudades de La Paz y El Alto vive medio millón de perros). Una alta y riesgosa población de chuchos, considerando las recomendaciones de la Organización Mundial de Salud (OMS): un perro por cada 10 personas, y la situación de abandono del 80% de ellos que vagabundea por las calles, dejando a su paso problemas que nadie quiere pisar.
¿Y antes fue diferente? No, en lo que concierne a los perros. Al menos en la Europa medieval. Sin embargo la vida de los gatos cambió mucho desde aquella época. En aquel entonces los gatos estaban asociados con el diablo. Era sólo un animal hasta que llegó la Inquisición para quemar debidamente a todos los gatos negros que –se presumía– ayudaban al diablo en su magia negra. ¡Ah ya! –pensé– ¡pobre gatito! ¿Con tal mala fama se metió entonces en los barcos de Colón hacía América para venderse como un animal amigable? ¡No tenía chance! Pero la historia tampoco es tan clara ya que los felinos estaban presentes desde mucho antes en todos los continentes (a excepción de Australia y la Antártida). Sólo hay que preguntarle al puma sudamericano. Tal vez este animal sea la verdadera razón de las diferencias de preferencia entre perros y gatos entre región y región.
En el terreno fílmico los dibujos animados de Tom y Jerry o Garfield no contribuyen gran cosa a que los vanidosos gatos caigan simpáticos a todos. Por su parte la perra de la serie Lassi se muestra como inteligente y leal; una verdadera amiga. En la filmografía, el “wau wau” definitivamente saca el hocico para llevar la ventaja.
Si seguimos husmeando en la batalla entre perros y gatos, vemos que los felinos pierden puntos en el terreno de la salud. El perro leal que jamás sale solo de casa es, supuestamente, más limpio que el gato que vagabundea sin control y que recoge todo tipo de gérmenes. Lo cierto es que los gatos no son los culpables de la existencia de gérmenes en la calle, en ese caso los responsables son las autoridades públicas en salud. También es cierto que los gatos son transmisores de toxoplasmosis y que por esta razón las mujeres embarazadas no deben limpiar las cajas de arena de sus mininos. ¡La evidencia de que la campaña de información sobre el tema fue exitosa en Alemania está en que yo logré memorizar una palabra tan difícil! Pero el perro tampoco es un angelito. Tal vez no transmita tantos gérmenes, pero es capaz de morder a carteros y niños. Cada año en Alemania mueren alrededor de diez personas por mordeduras de perro. Por otra parte, lo que parece no morir nunca son las quejas a causa de los legados fecales en la vía pública. Visto así, Hasso no recoge gérmenes ajenos en la correa que debe tener puesta en ciertos lugares, pero sí que los distribuye generosamente.
Aunque es grosero, hay que decirlo de forma directa: el perro es el único ser vivo en Alemania que hace sus necesidades en la calle, aunque eso no sea “tan legal” pasa mayormente sin ser sancionado. Incluso los niños más pequeños traen puesto un pañal. He visto pasar con mis propios ojos a grupos enteros de turistas y sus maletas sobre un respetable montón de heces caninas. Creo que nadie contaría con este tipo de cultura de bienvenida en Alemania. ¿Cierto?
El que los gatos se reproduzcan más rápido es otro tema. El municipio austriaco de Feldkirchen publicó un llamativo afiche con un dato impresionante: dos gatos pueden convertirse en 12.680 en cinco años si no se catastra a uno de tres. Los austriacos alientan a sus ciudadanos a llevar a sus gatos –también a aquellos vagabundos– al veterinario a fin de poner coto a la reproducción. Ese tipo de invitaciones también podrían darse en Alemania si se promulga un impuesto sobre la tenencia de gatos y algunos dueños deciden liberar a sus pequeños tigres.
Pero todos los riesgos y tretas son olvidables al pasear los sábados por el parque y observar el amor de los amos de ocho millones de perros que los sacan a pasear por la naturaleza de este país. Algunos salen con camisetas tejidas por sus propios dueños y otros con pañuelos para el cuello hechos por diseñadores. En invierno algunos perros portan collares LED y uno piensa que hay muchos pequeños árboles de navidad paseando por el bosque.
Los casi 13 millones de gatos nos son tan visibles –y menos en áreas públicas–, ya que normalmente están enrollados en la repisa o en su sillón favorito, y se esfuman elegantemente cuando llega visita. Entonces, los que quieran preparase para el país de los gatos, mejor suscribirse a un canal con videos de ronroneos. ¡Miau!
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