• Periodismo y miradas desde dos culturas...

    La mesada

    Conozco un grupo de pequeños amigos que juntan su dinero para pagar el forraje de un viejo caballo al que nadie más quiere financiar y sé de otros niños que, en cambio, utilizan los billetes como marcadores de libro 

    Cuando Lisa estaba en segundo grado soñaba día y noche con tener su propia consola de videojuegos, pero sus padres no cumplieron su deseo. “A no ser que tú te la compres”, le dijeron. A la semana siguiente Lisa vio a una compañera de curso vendiendo galletas en el recreo. “Ahorro para un perrito”, le dijo y guardó los 10 Euros de ganancia en su bolsillo. Lisa supo entonces lo que tenía que hacer y empezó a hornear galletas como una poseída. Las decoraba con mucho afán, las envolvía en papel celofán y las ataba con cintas de colores. ¡Todos sus compañeros de curso querían esas galletas y prácticamente se las quitaban de las manos! Solo que nadie llevaba dinero consigo. “Te lo doy mañana”, le decían, pero Lisa nunca vio un centavo.

    Para ahorrarles trágicos momentos como el de Lisa a sus hijos, los padres idearon la mesada, una fórmula que existe en todo el mundo y, claro, también en Alemania. “Es un monto regular que se da a los dependientes para su libre disposición” dice Wilkipedia al respecto y yo no lo podría expresar mejor.

    © F. Wolff¿Y qué es lo que los niños deberían aprender específicamente con la mesada? ¿Que siempre hay dinero y que éste sale todos los sábados desde la billetera de papá? ¿Que el dinero en su bolsillo debe dirigir sus ojos hacia los puestitos de dulces de la ciudad y dividir el mundo entre objetos pagables y no pagables?  Si se toma en cuenta el contenido de los folletos pedagógicos de las oficinas alemanas de protección al menor, la mesada (Taschengeld, en alemán) debería servir para aprender a conducirse con dinero desde una temprana edad. Recomiendan iniciar la mesada cuando los niños tienen entre 4 y 5 años y apoyar a los hijos hasta que estos ganen su propio dinero.

    Es fácil encontrar en internet la tabla que indica los montos de mesada por edad. Por ejemplo, para un muchacho de 15 años se aconseja 30 Euros por mes. Es conveniente aclarar que son recomendaciones y no obligaciones: los niños no tienen derecho alguno a recibir una mesada. Hay padres que no cuentan con dinero sobrante como para aplicarse con la fórmula, algunos que no hallan sentido a la modalidad y otros que simplemente pagan inmediatamente todo lo que sus hijos quieren.

    El sentido o uso del dinero es bastante amplio: desde ahorrar, pasando por invertir, gastar o ignorarlo. Por lo mismo, los niños también lo manejan de diferente manera. En el sur de Baviera conocí a un grupo de niños que se habían comprado su propio carro de construcción ­–que por cierto habían transformado luego– con el objetivo de jugar con el. En realidad el juego se amplió hacía la venta de cerveza. El grupo gastaba las mesadas en la compra de cerveza para ponerlas en reventa en alguna vereda, en la esperanza de que alguno de los sedientos transeúntes se las compren. Sólo espero que algún adulto les haya brindado un consejo moral al respecto.

    A los nueve años a las niñas alemanas les gusta ahorrar para un caballo. A los quince, la mayoría decide trasladar sus ahorros a la billetera e irse al cine, o destinarlos a la anacrónica colección de centavos destinados a los zapatos de novia (lo que no he podido investigar es dónde terminan realmente esos centavos en los años posteriores). También es sabido que los proyectos de ahorro pierden su sentido, tal como pude comprobarlo en mi propia familia cuando, después de cuatro años de ahorro de mesadas, la soñada carroza de Barbie de 70 Euros dejó de ser interesante por simple cuestión de “cambio de gustos”. De todas formas, el tema de la carroza de Barbie se mantiene vigente en nuestra familia hasta hoy, como buen ejemplo de escarmiento respecto a “gastos planificados” en objetos cuyo tiempo de diversión o uso estimado es mucho menor al tiempo de consolidación de su financiamiento.

    © F. SörgelPero en realidad no tendríamos que dedicarnos más al sentido del ahorro de la mesada en este artículo porque, por un lado, los montos de mesadas no son tan significativos como para que un chanchito de ahorro engorde en serio y, por otro lado, tomando en cuenta el contexto financiero global, ahorrar en estos días es lo mismo que tirar el dinero en el basurero de la historia monetaria. Justo hoy, Spiegel Online nos saludó con la noticia de que ningún país del mundo maneja el dinero de manera tan conservadora como Alemania (Wer spart, ist der Dumme) (Quién ahorra es tonto) y que un golpe de suerte económico caerá sólo sobre quienes acumulan deudas. Entonces, ¿qué significa realmente el “manejo correcto del dinero”?

    La respuesta número uno podría ser: de una brillante moneda de 2 Euros no nace ningún conocimiento técnico, así como tampoco un bistec crudo en las manos de un niño lo convierte en un cocinero chef. Aquellos padres que piensan que es importante inculcar una educación monetaria regalan a sus hijos libros sobre como hacerse rico, los animan a repartir periódicos para ganarse algunas monedas, les explican el mundo de las acciones y sus efectos, o los llevan a la empresa en los días que tocan nuevamente las negociaciones internacionales. La respuesta número dos podría señalar: el “manejo correcto del dinero” no empieza recién a partir del primer millón. Contar el cambio, distinguir monedas y billetes, y desarrollar una conciencia sobre el Debe y el Haber serán también muy útiles en el ámbito de las cifras de un sólo digito en la futura vida ordinaria.

    Un tema de actual debate en Alemania es el dinero y sus formas en la vida cotidiana. En realidad se discute sobre si los gastos pueden ser resueltos sin monedas o billetes, y si debería existir sólo dinero electrónico a futuro (en la medida en que se pueda hablar todavía de dinero). En ese caso, ¿qué será de las mesadas?, ¿qué se pondrá en las alcancías?, ¿qué se dará a los músicos callejeros o en qué consistirá la ofrenda en las iglesias? Básicamente ya existen soluciones para todas estas situaciones gracias a los celulares o tarjetas con chip (existentes también para niños).

    A partir de los siete años, cada niño –con autorización de sus padres– puede tener una tarjeta respaldada por una cuenta corriente propia y, de este modo, tener la capacidad de pagar sin efectivo (también en internet y en un Online Banking). En algunos colegios en Alemania esta tarjeta es condición previa para poder consumir en la cafetería (exceptuados de esa figura están por supuesto los estudiantes de intercambio que pueden pagar sus consumos con dinero contante y sonante). Hasta cumplir los 18, los jóvenes no son considerados hábiles por derecho y, en consecuencia, los daños que puedan ocasionar son relativos: por ejemplo no podrán sobregirar su cuenta.

    Por tales detalles legales, si usted observa alguna vez a un niño de ocho años entregando su tarjeta de débito (EC Karte) en el mostrador de una joyería en Alemania, esto no significa necesariamente que el joven se la robó a su abuela. Seguramente la tarjeta le pertenece a él. De cualquier forma, es casi seguro que el joyero no le venderá nada. Muchos comerciantes acordaron un límite de 20 Euros como tope de ventas a niños y, por encima de ese valor, no entregarán nada a menores que hagan compras sin sus padres, aunque estén gastando su propio dinero. Si se tiene un aspecto extremadamente joven y se tienen grandes planes de shopping, será mejor solicitar la compañía de un adulto, tanto por seguridad como por asegurar el éxito de su plan de compras.

    Aprovecho el momento para explicar dos palabras relacionadas con este tema: comprar  e ir de shopping. El verbo “comprar” no va con el sustantivo “mesada” puesto que comprar tiene que ver con la adquisición de lo esencial. En Alemania ningún menor tiene que pagar sus gastos básicos de su Taschengeld. La mesada no está destinada para comprar útiles escolares, ropa, libros u objetos destinados a la diversión.  En el caso del pago de celulares hay opiniones diversas, sin embargo hay casi consenso en cuanto a pagar el crédito por las llamadas y las descargas que pueda hacer el usuario: los niños deben asumir por lo menos la mitad del gasto, o recibirlo como regalo de cumpleaños o por haber obtenido buenas calificaciones.

    Pero el término que sí deja brillar al mesada es el compuesto “ir de shopping”. Gastar dinero –que uno mismo no se ganó– en cosas innecesarias hacen la dupla perfecta para la mayoría de los menores de entre 12 y 18 años de la clase media alemana. De ninguna manera quiero omitir a aquellos niños que invierten cada centavo de su Taschengeld en piezas compradas en la tienda electrónica, para investigar e inventar, o para experimentar con plantas en el invernadero construido por ellos mismos. Conozco un grupo de pequeños amigos que juntan su dinero para pagar el forraje de un viejo caballo al que nadie más quiere financiar y sé de otros niños que, en cambio, utilizan los billetes como marcadores de libro.

    Así de diferentes como somos los humanos, así también son los padres –en su seriedad o ligereza, en su generosidad o cautela– en cuanto a la mesada y los propios niños o jóvenes, en su relación con el dinero. Y, obviamente, esta es una relación que les hace crecer y aprender de sus errores. Al final de cuentas el dinero debería estar también para eso. Si Lisa hubiese cobrado sólo su mesada semanal y si ella se hubiese dedicado sólo al ahorro, pensando en su consola de videojuegos, entonces no hubiese aprendido a hornear galletas, ni tampoco a tratar adecuadamente a su clientela.

    Franziska Sörgel
    Übersetzung: Antje Linnenberg
    Adaptación al español: Teresa Torres-Heuchel

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