En los libros de arte, el Modernismo suele presentarse como una corriente de renovación artística dominada por pensamientos idealistas. A 100 años de su creación, la Bauhaus es percibida como la raíz más robusta del movimiento que marcó el siglo XX no sólo por haber definido su época o por convertirse en el emblema dominante de la arquitectura y diseño modernos, sino también por asociar funcionalidad y belleza al servicio del hombre. Intelecto unido a la emoción. Estética y creación a la luz de las ideas políticas emergentes en el periodo de entre guerras, y visión futurista de la vida humana. La Bauhaus, revolución pura.
Para situar y entender a la Bauhaus, es necesario conocer lo esencial de las fuentes del Modernismo: el Art Nouveau francés y belga, el Jugendstil alemán y de los países nórdicos, la Sezession austriaca y otros movimientos menores que buscaron crear un arte nuevo, joven y libre a finales del siglo XIX y principios del XX, con una estética de fin de siècle y Belle Époque, donde predominó la inspiración en la naturaleza y se incorporaron novedades derivadas de la revolución industrial como el acero y el cristal en las edificaciones que hasta ese momento habían estado regidas por el hierro en su estructura.
A diferencia de los demás movimientos que nutrieron la corriente modernista, la Bauhaus nunca tuvo inclinación por la formas naturales, sino más bien por un diseño despojado de lo esencial, claro, simple y minimalista cool, y por el uso racional de materiales modernos y técnicas industriales. Algo llamativo: la Bauhaus ofrece aún hoy, a 100 años del origen, una visión de la vida y el arte alemán contemporáneos.
También hay un rastro entre la Bauhaus creada por Walter Gropius y el movimiento inglés Arts & Crafts de artes decorativas, liderado por William Morris, aunque el único vínculo haya sido el del compromiso político de sus ideólogos de distanciarse de las elites. Arts & Crafts se recreó en el arte medieval y victoriano, para producir objetos artesanales destinados al consumo de las mayorías: el arte no debía ser más exclusivo de la burguesía; recuperación y accesibilidad. Gropius, en cambio, quiso la ruptura total y empezar de cero, con el hombre del futuro en la mira: el arte integrado e inspirado en la vida post industrial; creación, funcionalidad y masificación.
Arts & Crafts nunca cumplió su cometido: fue imposible crear objetos masivos de factura artesanal tradicional y sus creaciones terminaron en manos de los ricos de la época. Por el contrario, el diseño de la Bauhaus –en principio experimental y arduo– progresó, y su pensamiento sigue siendo sinónimo de modernidad, hasta introducirse en cada espacio de la vida cotidiana actual en todo el mundo.
Herederos en la señalética de los aeropuertos, en la tipografía Bauhaus de fuente sans serif que simplifica los gráficos; en los edificios revestidos de vidrio; en las cocinas amuebladas y encimeras empotradas inventadas en los talleres de la Bauhaus y que hoy son universales; en las esquinas redondeadas y las líneas simples y elegantes del iPhone diseñado por Jonathan Ive, jefe de diseño de Apple, que reconoce su deuda con Dieter Rams, diseñador industrial que llevó a la electrónica alemana Braun hacia su exitoso racionalismo y que es figura clave del renacimiento del diseño funcionalista alemán, bajo influencia del pensamiento bauhausiano. El cromosoma que se reconoce hasta en los muebles funcionales de bajo costo de IKEA.
Pero la escuela alemana no siempre recibió flores. El escritor americano Tom Wolfe –padre del Nuevo Periodismo– fue un acérrimo crítico del diseño bauhausiano que llegó a definir la estética de las ciudades americanas, incrustada como corriente en la Escuela de Chicago. Entre Gropius y Mies van der Rohe determinaron el aspecto de la América comercial y cultural en los años posteriores a la guerra. El dominio de ambos arquitectos cimentó la versión fría y racional de la Bauhaus, que es su contribución más distintiva, aunque no la única, al mundo físico moderno. Wolfe, en su libro From Bauhaus to our house, se preguntó en 1981: “¿Ha habido alguna vez otro lugar en la tierra (Estados Unidos) donde tanta gente rica y poderosa ha pagado y aguantado tanta arquitectura que detestará?”; dudaba de diseño de la Bauhaus: “Cada niño va a la escuela en un edificio que parece un almacén mayorista de piezas de repuesto para máquinas de reproducción”.
En una frase, la Bauhaus fue una escuela alemana de arte y diseño que se inauguró en 1919 y cerró en 1933. Simple, o tal vez no tanto: En la Alemania de la primera postguerra había muchos que creían que el artista podía ayudar a conseguir nuevas condiciones sociales mediante la creación de nuevos entornos visuales. La Bauhaus se convirtió en el centro de tales aspiraciones marcadas por el fervor y utopismo expresionistas no solo en Alemania, sino también en Europa. Gropius agrupó en la Bauhaus a dos escuelas que en principio eran independientes: La Escuela de Artes y Oficios y la Escuela de Bellas Artes. “El objetivo último es la obra de arte colectiva”, según su Manifiesto fundacional donde no se hizo mención alguna a la industria o a las nuevas tecnologías.
Los bauhauslers estaban impulsados por la creencia de que era necesario un profundo conocimiento de las habilidades técnicas para que el arte prosperara. La Bauhaus enseñó metalurgia, cerámica, fotografía, carpintería, ebanistería, textiles, diseño teatral y tipografía, tanto como arte y arquitectura. Lograron producir cosas nunca vista como los tejidos de Anni Albers en los que mezclaba hilos tradicionales con materiales como el celofán o también los diseños de vestuario futuristas de Oskar Schlemmer, cuya influencia se rastrea en los diseños futuristas de Kansai Yamamoto para los conciertos setenteros de David Bowie. En la Escuela Bauhaus estuvo también la influencia del Expresionismo de Wassily Kandinsky y Paul Klee que enseñaron allí.
En 1922 la Bauhaus entró en contacto con el movimiento holandés del abstracto De Stijl –el más cerebral de esa corriente– y sus elevados ideales de pureza, armonía y sobriedad de trasfondo calvinista. Desde ese año el diseño de la Bauhaus se hizo más austero y resuelto; se orientó entonces hacia una severa simplicidad y funcionalismo cúbicos, especialmente en el diseño industrial. De los primeros productos artesanales retocados para dar apariencia de industriales, se pasó a la estética de la tecnología al notar que las obras trabajadas a maquina tenían cualidades propias y a recurrir a la subdivisión del trabajo. Este énfasis en la necesidad del trabajo cooperativo en problemas de diseño industrial y en la responsabilidad creativa del diseñador hacia la sociedad reflejaba las simpatías izquierdistas del movimiento. Simpatías por las que fueron perseguidos por el nazismo.
En 1925 la Bauhaus dejó Weimer y se trasladó a Dessau donde Gropius diseñó un edificio para albergar a sus estudiantes. La construcción ilustraba los ideales funcionales y corporativos de la escuela: un complejo de talleres, estudios, aulas, salas de exposiciones, biblioteca, oficinas y dependencias para viviendas, unificado exteriormente en un diseño limpio, preciso y sin ornamentación. Se convirtió en el edificio paradigmático del Estilo Internacional durante el siguiente medio siglo y sobrevivió intacto a la Segunda Guerra Mundial.
Tras el cierre de la escuela en 1933 por los nazis, Gropius y sus sucesores Hannes Mayer y Ludwig Mies van de Rohe emigraron hacia Estados Unidos, Rusia y México. Gropius pasó todavía algunos años en Inglaterra antes de ser nombrado profesor en la Universidad de Harvard para la cátedra de arquitectura. En una entrevista que dio en ese entonces al periódico inglés The Guardian dijo que era muy importante la educación de las manos y de la mente, y que el arquitecto moderno debía considerar la influencia de la organización social moderna en el diseño de los edificios: “En el pasado la casa era un refugio y tuvo que ser diseñada como una fortaleza; la intensa privacidad de las fortalezas ha perdurado en la arquitectura de la casa después de que su utilidad ha desaparecido. El orden social adecuado elimina muchas limitaciones en el diseño de la casa. La casa hoy debe estar tan abierta al mundo como sus habitantes lo deseen”, dijo. Pensamiento tan moderno hoy como ayer.
La prensa del 2019, tan acostumbraba a pasar por el tamiz de la actualidad todos los hechos históricos, en tiempos del neo feminismo y Me too, busca el filón de la discriminación de genero dentro de la Bauhaus para maquillarla de interés en el nuevo milenio. Se observa con lupa el hecho de que existiendo una mayoría de mujeres como alumnas, pocas fueron profesoras de la escuela; el que hubiesen sido opacadas por el brillo de sus pares varones que lograron destacar en saberes clásicos masculinos; el que fuesen destinadas a artes femeninas como el textil. También una mirada de género sobre la relación de Lilly Reich y Mies van der Rohe y sobre la autoría del diseño de la silla Barcelona. Nubarrones modernos en lo moderno.
En The Story of Art, EH Gombrich dice que “la Bauhaus ha contribuido a deshacernos de muchas baratijas con que las ideas del siglo XIX acerca del arte llenaron de confusión y desorden nuestras ciudades y nuestras casas”.
Desde la perspectiva de la Historia del Arte sería importante centrarnos hoy en los aspectos más olvidados de la Bauhaus: su contexto político particular y trágico, sus figuras desplazadas a la sombra, tales como la de Hannes Mayer, el segundo director de la escuela, que estaba muy interesado en la arquitectura colectiva y que llegó hasta México para la docencia, y otros hombres y mujeres que quedaron enterrados en la memoria.
En su centenario, debería ser posible ver a la Bauhaus como un lugar de abundante energía creativa, habilidad técnica y compromiso con la gente común, más allá de lo que no fue o lo que pudo ser. Existió sólo catorce años en un momento intenso en la historia y esa intensidad ha resonado a través de las generaciones hasta seguir significando mucho en el presente… y eso ya es extraordinario.
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