Todos queremos y necesitamos que salga el sol en La Paz. Entretanto, para germinar la semilla, un poco de calor humano ayuda
El domingo 15 de noviembre es un día nuboso y levemente lluvioso en La Paz. Desde hace varias semanas los días son inestables entre el buen y mal tiempo. En una de las casas del centro de Achumani, un barrio con un núcleo de clase media de la zona sur de la ciudad, dos muchachas enfundadas en shorts y zapatillas deportivas desayunan con prisa. Las dos tienen 15 años y son compañeras de curso en uno de los colegios privilegiados de la sede de gobierno de Bolivia. Son las 7:10 y las dos tienen apuro porque en contados minutos deben estar presentes en el punto de partida de Tigo Sports Run Bolivia, un evento organizado por la empresa de telefonía móvil Tigo y cuya recaudación por inscripciones beneficiará al Hospital del Niño Ovidio Aliaga Uría, un centro de salud infantil donde acuden familias de escasos recursos.
La lluvia es persistente en la ciudad, pese a que las gotas están más débiles y la neblina parece diluirse. “Hace falta un poquito de sol en La Paz”, dice la madre y enseguida pregunta:
–¿Listas chicas?
–¡Sí! ¡Ya vamos!
No hay un calendario oficial pero cada año se tienen siete carreras “imperdibles” en La Paz: la Carrera pedestre El Diario, la 10K Presidente Evo Morales, la SkyRace 28K, la Buenas Cosas 10K, la Carrera Pedestre El Alto 11K del Banco Sol (sobre los 4.000 m), la Carrera La Paz 3.600 1oK, y la Media Maratón del Sur 21K del Club de Tenis La Paz. En ese orden, las competencias se inician en abril, se concentran entre agosto y noviembre, y terminan en la primera semana de diciembre.
¿Pero qué hay de nuevo en el terreno? Lo novedoso empezó tibiamente el 2009 con la Carrera La Paz 3.600 10K donde participaron 4.561 corredores. Conocida también como la Carrera de la CAF –bajo la organización del Banco de Desarrollo de América Latina y la Alcaldía paceña– ésta inició una modalidad de competencia en la que no sólo se premiaba a los ganadores con dinero y pases de participación en competencias internacionales como la Maratón de Lima o la Maratón CAF Caracas 42K, sino que tematizaba los eventos (“Carrera por el agua, salpicando la vida”, el 2009 o “Contra toda forma de violencia” el 2015) con el fin de concientizar a la población sobre problemáticas específicas que afectan a su sociedad. Después, el 2014, un nuevo paso: la CAF decidió apoyar programas sociales de forma directa al ofrecer 1 dólar de donación ¬–al proyecto– por cada corredor participante. Como resultado, se donaron 10.000 dólares equivalentes a los 10 mil corredores que se habían apuntado para la versión de ese año, para apoyar a la curación de niños de bajos recursos que padecen cardiopatías congénitas. “Queremos que la carrera sea un vehículo de solidaridad con los niños que sufren este mal”, había dicho Emilio Uquillas, representante de la CAF en Bolivia, a radio Erbol. ¿Se habrá sembrado algo en ese momento? En la Carrera La Paz 3.600 10K del 2015 la idea fue ampliar la solidaridad entre los propios participantes a través del “aporte voluntario” de 1 dólar en moneda boliviana, al momento de su inscripción.
Casi como en efecto bola de nieve, desde el 2014, las carreras y marchas solidarias se han multiplicado en La Paz. Las hay multitudinarias como la Caminata por la vida del 11 de octubre, que convocó a miles de paceños con la finalidad de recaudar fondos para apoyar a niños con cáncer, o como la de Tigo Sports Run Bolivia, una empresa que perfila su rostro social a través de las carreras solidarias que desarrolla en cuatro ciudades del país desde el 2013. Pero también las hay pequeñas bajo la organización de instituciones deportivas, en asociación con gimnasios y cadenas de supermercados; sociales como Soforthilfe La Paz e.V. –una organización no gubernamental que trabaja con niños de la calle y familias de escasos recursos– o educativas. Un modelo que ha inspirado también a agrupaciones no formales de amigos a unirse para apoyar a algún miembro de su comunidad. En todos estos casos la fórmula es siempre la misma: pagar por correr. ¿El precio? “Lo usual es pagar entre 50 y 100 bolivianos, pero por eso recibes una polera y otras cosas en el kit de participante”, dice Milton Iñiguez, un universitario de 23 años que corre junto a su grupo de amigos.
Son las 9:20 de un domingo de noviembre en el que la lluvia continúa, pero donde el sol se abre poco a poco entre las nubes. Junto a las dos adolescentes corren otros amateurs, pero también deportistas experimentados, gente de distintas edades y con distintas motivaciones: “En las carreras de renombre, los atletas ‘profesionales’ compiten por los premios. En general, los deportistas corren por tener esa sensación de ir contra sus propios límites. He visto a muchos corredores iniciarse en grupos, pero luego se animan a correr solos, a ser independientes. Es adrenalina. En las carreras solidarias, la gente tiene distintas motivaciones, pero muchas veces es también la pertenencia a un grupo lo que los empuja. Ahí la solidaridad es clave…”, dice Sergio Sánchez, un joven entrenador que acompañó al “grupo de corredores” del Club Alemán de La Paz en ocho ocasiones y que hoy apoya al mismo centro deportivo en la coordinación de eventos. Pero no todo es altruismo, también se admite entre líneas que la falta de ofertas de entretenimiento de fin de semana en la ciudad puede ser una buena razón para que muchos tomen las calles y participen en las carreras organizadas, sean éstas benéficas o no.
Las dos muchachas corren, bajan el ritmo, se cansan, se detienen. Uno de los profesores del colegio donde ambas estudian las rebasa y grita:
–¡Vamos chicas… ya llegamos!
Las dos ríen. Les falta el aire, pero se ponen de nuevo en marcha a trote lento. Es un tramo algo empinado.
No es fácil apostar por las carreras en La Paz. Son pocas las avenidas y calles planas: buena parte incluye ascensos y descensos. La mayoría tiene las dos cosas en la misma cuadra. Incluso algunos de los barrios más cotizados tienen calles sin asfalto. Correr sobre empedrados puede ocasionar tropezones y lesiones. Y aún nadie mencionó los 3.600 metros sobre los que se encuentra la ciudad o la sequedad del aire que quema la garganta al correr en invierno. Aún así, las carreras se han popularizado a un ritmo impresionante y están propiciando actitudes solidarias entre las instituciones y la gente para con los más necesitados. Sí. Todos queremos y necesitamos que salga el sol en la ciudad. Entretanto, para germinar la semilla, un poco de calor humano ayuda.
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