Ich lebe mein Leben in wachsenden Ringen,
die sich über die Dinge ziehn.
Ich werde den letzten vielleicht nicht vollbringen,
aber versuchen will ich ihn.
Ich kreise um Gott, um den uralten Turm,
und ich kreise jahrtausendelang;
und ich weiß noch nicht: bin ich ein Falke, ein Sturm
oder ein großer Gesang.
Rainer Maria Rilke
La buena noticia: este poema aún es hermoso. La otra buena noticia: los suecos han encontrado en el camino su propia respuesta al envejecimiento. Se llama El abuelo que saltó por la ventana y se largó. Este es un libro opuesto al de Rilke o Pascal Mercier. No es lacrimógeno, ni filosófico; es un libro casi de autoayuda pero en un estilo áspero. Término de la carne: sangriento.
La historia empieza con un primer paso, uno que se extenderá hacia un viaje muy enmarañado y en ambas direcciones del tiempo. Empieza con Allan Karlsson, un hombre muy viejo que en el trascurso de las 413 páginas de la obra nos relaciona con todo un bando de conocidos, desconocidos; conocidos desconocidos y desconocidos conocidos. A más demora, en la página 237 el estimado lector estará con un barullo mental de tantos hilos narrativos, nombres y datos. Pero calma, Jonas Jonasson, el gran narrador, mantiene las riendas firmes en sus manos y nos presenta todos los actos y escenarios de forma cuidadosa y libre de incoherencias de manera que nadie pueda perderse o enredarse en la trama.
Con mis 500 palabras autorizadas tengo que ser ahorrativa, sin embargo este es un género que se debería conocer: se le llamó novela picarezca, tal cual se denominó al Simplicissimus del que, de hecho, tiene mucho en sus genes. Instalada en el tiempo se presenta como una entretenida cabalgata a través del Siglo XX, con el añadido de ser una novela negra. Aguardiente de un espíritu veleidoso. Un pequeño cofrecillo cínico, es un laberinto lingüístico que, además, está excelentemente traducido. De todos modos ¡una gran ópera!
Sugerencia: ¡Dejénse regalar tanto el libro de Jonasson como El libro de las horas de Rilke!
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