• Periodismo y miradas desde dos culturas...

    Equitación en tierra de llamas

    Los caballos no son mi asunto. Cuando paso por las caballerizas lo hago dando ridículos saltitos en un absurdo desplazamiento para esquivar una coz que –mi mente me asegura– ha estado esperando mi llegada para darme la pa-ta-da de mi vida.

    Pero siento gran curiosidad por los equinos y su mundo sobre todo cuando veo a otros que se pasean acariciándoles la crin, revisándoles la montura o hablándoles: los jinetes, picadores y caballerizos de ese pequeño cosmos en el que los caballos crean afectos, forjan el carácter  humano y hasta –se dice– curan penas y alimentan la autoestima.

    No es mi mundo. ¿Pero es que existe el mundo de los caballos a 3.600 m.s.n.m si en  las zonas rurales del altiplano paceño ni siquiera es posible encontrar hoy rocines dedicados a faenas agrícolas? Sí, por extraño que suene, hay un pequeño reino de caballos en un terreno que pareciera armonizar más con llamas. Es el ambiente de las escuelas de adiestramiento de la ciudad, la historia y memorias del hipismo local, y las dinámicas de compra y venta de equinos; aquello invisible en los torneos hípicos de fin de semana donde los rosetones y premios que engalanan a los ganadores sólo muestran el instante presente.

    © J. PassigEn La Paz existen en la actualidad tres centros de formación ecuestre: El Club Hípico Los Sargentos, la Escuela Militar de Equitación y el Hípico Valle del Sol. En ellos se forman las camadas de competidores de los 16 certámenes departamentales y los 2 torneos nacionales que se realizan anualmente. Se estima que en La Paz hay entre 70 y 80 caballos de competencia, un número bastante inferior en relación a Santa Cruz, urbe tropical en el que no sólo hay más ejemplares sino también más jinetes a causa de la mayor disponibilidad de terrenos para el desarrollo de actividades deportivas al aire libre.

    ¿Sabías que la equitación se inició en Bolivia gracias a los soldados retornados de la Guerra del Chaco? La pregunta me la formula María de los Ángeles Morales, alma y personaje del hipismo en La Paz, probablemente una de las mujeres con más historias que contar sobre caballerías y jinetes de la ciudad.

    María de los Ángeles es dueña de Marianne, una pequeña tienda especializada en artículos de equitación por el que pasaron buena parte de los montadores, picadores y amazonas de la urbe altiplánica. “Un negocio-no negocio” –recalca– que nació de su pasión por los caballos y que se convirtió en un pasatiempo de más de 27 años.

    Nos habíamos citado para hablar de la equitación en La Paz. ¿Quién mejor que ella para narrarme algunas intimidades del ámbito ecuestre paceño? Tarijeña de nacimiento, María de los Ángeles creció montada a lomo de potrillo en la casa de campo de sus padres, “cuando la vida era más rural”.

    Los caballos llegaron a Bolivia con la conquista española y fueron de gran utilidad en las épocas independentistas y republicanas. “Los caminos importantes en Bolivia se abrieron recién en los años de la Guerra del Chaco  y, en todo ese tiempo, los caballos fueron usados sobre todo como mensajeros”, apunta María de los Ángeles.

    Entre 1932 y 1935  Bolivia y Paraguay se vieron involucrados en la mayor disputa bélica sudamericana del siglo XX por el control del Chaco Boreal. Hasta ese entonces no existía un camino vehicular hacia los Yungas de La Paz –parte del denominado “Camino de la muerte” fue construido por prisioneros de guerra paraguayos– y los pueblos y ciudades se unían por sendas en las que las mulas y caballos eran los medios de carga y transporte. Un relato del botánico francés Alcide D’ Orbigny, que corresponde a sus viajes de finales del siglo XIX por Bolivia, testimonia que la ruta La Paz- Chulumani exigía pasar por Palca y que para llegar a Cochabamba era preciso hacerlo a través de la actual provincia Inquisivi.

    Sintiéndome entre pasado y presente, me entero por María de los Ángeles que al final de la Guerra del Chaco se conformaron dos grupos en La Paz: Los Indios y Los Sargentos. Así descubro que el origen de uno de los clubs de equitación más reconocidos en el país (Los Sargentos) está unido a ese episodio bélico. “Resulta que para ir a la guerra se reclutaron a muchos jóvenes de distintas procedencias. Algunos de ellos ascendieron a sargento en el escalafón militar y, al retornar, utilizaron esa su graduación como denominativo. La idea era enfrentarse en competencias a Los indios, una especie de cofradía que había nacido casi en paralelo a Los Sargentos”, me aclara.

    En las décadas siguientes Willy Wituchter, José María Gamarra, Federico Nielsen Reyes y Carlos Guillén, reconocidos hoy como los pioneros de la equitación en Bolivia, introdujeron técnicas de adiestramiento y algunas disciplinas (Salto, Galope y Paseo).

    La equitación fue –y sigue siendo– un deporte elitista en Bolivia. La agrupación Los Sargentos, que dieron origen al actual club, eran gente acomodada: “Eran hijos de terratenientes”, según María de los Ángeles. En sus primeras décadas, la actividad hípica en La Paz se desarrolló sobre todo en la disciplina del Paseo (hoy denominada Endurance y que se practica actualmente en algunos “hípicos familiares” apostados en las afueras de la ciudad). Por su relato, imagino fines de semana ecuestres en haciendas de una La Paz pastoril donde las familias y sus proles hacían largos paseos por el valle. Luego, la Revolución Agraria de 1952 se ocuparía de desterrar a las castas terratenientes del país.

    ¿Y quién tomó después la monta? Coincidiendo con los años de presidencias y dictaduras militares en Bolivia (años 60, 70 y 80) llegaron los mejores momentos  de la Escuela Militar de Equitación. Los años de mayor gloria para este centro de formación ecuestre llegarían con Luis García Meza, dotado jinete que luego se convertiría en uno de los dictadores más polémicos del país. Los años dorados de la cabalgata militar, toda una alegoría del poder y de los cambios políticos y económicos por los que pasó Bolivia en ese periodo.

    Fueron años de dominio militar, pero también del imperio de las ideologías. No por nada uno de los grandes mitos de la izquierda boliviana, Marcelo Quiroga Santa Cruz, fue también un connotado centauro de su tiempo. Paradojas de la vida: Quiroga Santa Cruz ganó medallas representando al Club Hípico Los Sargentos y, según la versión más aceptada, fue muerto  bajo órdenes del mismísimo dictador García Meza, su rival en los torneos ecuestres. Una historia que siempre fue negada por García Meza: “Nos unía la pasión por los caballos, éramos amigos, ¿cómo iba a ordenar la muerte de un amigo?”, dicen que dijo el ex dictador como defensa.

    © Hípico Valle del SolLa compra-venta de caballos de primera y segunda mano es activa hoy en La Paz. Buena parte de los equinos de competencia llegan desde Argentina, Santa Cruz y Cochabamba. De todas formas, muchos prefieren arrendarlos y medir su interés o sus capacidades en la monta, antes de comprar uno.

    Si bien es cierto que la práctica de las disciplinas ecuestres no es exclusiva de las elites gracias a los sistemas de los tres centros de formación existentes en la ciudad –que permiten tomar cursos sin disponer de caballos propios o participar en concursos hípicos con caballos alquilados–, sí es evidente que las opciones de medallas en las categorías superiores de concursos son mayores para los jinetes que tienen caballos importados.

    Precisamente la novedad en las semanas de mayo del 2016 fue que uno de los jinetes más premiados en los torneos recibía en su cuadra a tres caballos nuevos importados. Usualmente los cuadrúpedos de alto rendimiento en competencias vienen a Bolivia desde Alemania, Francia, Holanda o Bélgica con un costo promedio de 70 mil euros. Tal vez una bagatela en caballerizas europeas, pero una pequeña fortuna en el mercado equino del país.

    Mientras en las cuadras cunde el ajetreo y en las graderías hay expectativa y nervios entre el escaso público (especialmente entre las familias del montador de turno), los torneos ecuestres en La Paz reservan algunas simpáticas sorpresas: la irrupción de música de banda al vivo, con ritmos locales de triunfo, en señal de que el jinete superó su prueba sin faltas. ¡Toca aplaudir! Luego vendrá el rito de la entrega de rosetones y premios donde las caras satisfechas y felices de los competidores y sus familias, y los bríos y coletazos de los caballos victoriosos, revelan que la equitación no es un simple asunto: es una pasión compartida.

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